Adelantados, medio desprendidos de la ciudad antigua
presente en tristes luces y en manchas que ascienden
hacia el orden y la locura de las estrellas,
grávida masa de sombra sobre los barrios marinos,
muros y rocas colgados
encima de la negra mar que insiste con profundos rumores.
Fuerte fue construida contra los hombres,
vieja muralla sobre murallas más remotas,
y resiste su dureza así mismo
el asalto del tiempo.
Solitario bastión bajo el gran don de los días,
alta proa que intima con la desolada noche,
compañera de las cosas duraderas que lo rodean:
el cultivado llano que invade las colinas,
el puerto, un refugio final de lejanías ásperas,
y combatidos islotes mar adentro invencibles.
Parece que sólo puedas contemplar
largos y lentos movimientos de acuerdo con tu perdurar:
pueblo que se estrecha dentro del estrecho abrazo,
agarrado hace siglos a abruptas rocas,
con cal y antiguos sillares defendiéndose desde arriba,
extendido después entre costa y muralla,
más confiado, con diferentes signos,
con años interminables de peligro
–muralla inútil contra los otros peligros de la peste o del hambre,
excesiva en medio de la paz y la única proeza
de vivir cada día y de morir,
estorbo para las mentes que el progreso exaltaba,
monumento rentable para los ojos fatigados de los turistas.
Oh muro, hermano del viento contra los colgantes hierbajos
y tus afiladas aristas,
hermano de los siglos y las naves
al inicio y al fin de largos caminos que se pierden,
de faros que entre tinieblas te llegan como ojos fugaces,
de mi alma también, lechuza en tus almenas,
que contigo se siente despierta, dura, sola y antigua.
Como con la luz de abril un día joven
de anhelos graves y tristezas cáidas,
contigo ahora nocturno, adulto con tu peso,
consciente de unas fuerzas poderosas,
débil en medio de ellas,
pero participando de su complejidad,
como la mota de polvo que vuela bajo el viento.
Resistente baluarte, pero tampoco eterno,
tú me abocas a todas las cosas que prefiero
y al tiempo que no sabemos si amar u odiar.
Sólo sabemos que lo que más amamos
también es el lugar del mal que más nos hace sufrir.
Nuestra sangre aquí late y desfallece
y en las muertes de nuestros amores
vemos toda la muerte:
como acaban las hojas, acabará el árbol.
Existirá el futuro
mientras exista en el deseo,
con nuestro deseo acortándose.
Si huía el amor, el pensamiento nos quedaba;
pero ¿qué podrá ser esta espuma
sin las ondeantes fuerzas profundas,
y rodo el cuerpo de nuestras pasiones?
Sólo queda la vida que fluye y no es mentira
que pueda vivir sin mí.
Desde aquí, bastión con tanta vida alrededor,
soberbia y no del todo ineficaz
pieza de un drama insigne, profundo e inextricable,
desde aquí nos sentimos más unidos,
en pensativo aislamiento,
a los hombres que han rehecho este trozo de naturaleza,
imagen breve de un mundo más espacioso:
a los que lo dejaron, detenido sólo un momento,
a nuestro inicial amor,
y a los que habrán de aportarle después trabajo e inquietud.
No sólo fueron años áureos
los de nuestra juventud,
porque los habrá nuevos y con seguridad más claros
para cada pecho juvenil;
y desde esta noche y tu sombre amiga
quiero meditar en la angustia y el milagro,
en los sucesivos propósitos y olvidos
de cada nueva primavera.
Traducción de Antoni Colinas